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viernes, 25 de mayo de 2018

El pensamiento de José Enrique Rodó.

Saúl Posada / 25.Mayo.2018.

No obstante el despotismo del tiempo, sus enseñanzas siguen teniendo una permanente actualidad, porque su talento le permitió forjar un legado, cuya riqueza desde una pluralidad de ángulos, se ocupó de los asuntos más relevantes que encaraba la sociedad de la época que le tocó vivir.

De más está decir, que mucho se ha escrito sobre su personalidad, calificada como el humanista latinoamericano más eminente, al margen de las inevitables disidencias, que sus puntos de vista desataron por su visión de los temas económicos, sociales y religiosos, que sacudían al Uruguay durante los Siglos XIX y XX.

La muerte de su padre, lo obligó a trabajar y simultáneamente abandonar sus estudios, circunstancias que ambientaron su orientación laica, como asimismo su devoción por los problemas políticos, desarrollando un esmerado magisterio por la conciencia cívica de la gente.

Sus obras como "Ariel" o "Motivos de Proteo", demostraron que en la figura de Rodó, se convocaba múltiples cualidades, distinguiéndose por sus conceptos sobre la vida, sus atributos de pensador, condición que rubricó con una acrisolada labor que rebasó fronteras.

A la luz de esos antecedentes, era lógico que se trataba de un escritor comprometido con la comunidad, recurriendo a un léxico que enriqueció el lenguaje, posibilitando que esa virtud conferida por la naturaleza, la cultura ganara espacios en favor de la autonomía espiritual de sus compatriotas.

Y en el marco de su lúcida prédica, hacía del pensamiento de fidelidad una de sus banderas, aseverando que nada tiene sentido si no se es titular de una fe que lo sustente, añadiendo que no reforma el alma la verdad que convence, sino la verdad que apasiona.

En "Ariel" Rodó exterioriza su anti-imperialismo, enjuiciando -sin nombrarlo- a Estados Unidos por su tendencia expansionista en el campo intelectual, en la que se procuraba obtener un dominio ético a nivel planetario, pero marginando de sus reflexiones los aspectos financieros y militares que ese fenómeno conlleva.

Ha de recordarse que en el lapso 1902-1911 participó en la vida política del país, apoyando al Partido Colorado al que representó en el Parlamento, pero luego se desvinculó del mismo por diferencias insalvables, retornando a su mundo intelectual.

Su defensa en favor de los pueblos latinoamericanos fue permanente, como asimismo sus convicciones para eliminar las causas, que desencadenaban la degradación de las personas se tornó inclaudicable. 

Sin embargo, con respecto al régimen republicano, Rodó dejó grietas fundamentales al postular una democracia del intelecto, es decir que los asuntos públicos deberían estar reservados para los individuos mejor dotados, principio clasista incompatible con la igualdad soberana en que se apoya todo Estado de Derecho.

Fue entonces un filósofo polémico, en el que su éxito estuvo en proporción con el esfuerzo de que hizo gala, como de la manera que entabló su lucha, frente a las adversidades que se hicieron crueles en el tramo final de su vida.

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