Combatir las causas.

Escribe Saúl Posada / 22.Marzo.2019.

La violencia en sus variadas manifestaciones, representa para las sociedades de los diferentes puntos del planeta, un serio problema por su crecimiento y por la tecnología más moderna, que utilizan los delincuentes para concretar sus objetivos.

De manera que no se trata de un flagelo privativo de nuestro país, como se pretende sembrar en la conciencia de la ciudadanía, con el claro propósito de obtener réditos electorales, sino un tema que por su tremenda complejidad, requiere el aporte constructivo del sistema político.

Por razones que no escapan al intelecto del lector, preocupa la participación de los menores en la actividad delictiva, como asimismo los altos conocimientos que exteriorizan, en este deplorable campo de la vida. Y como no podría ser de otra manera, sorprenden generando un inevitable temor en el seno de la opinión pública, por la falta de piedad y escrúpulos, que denuncian los testimonios de la realidad.

Ha de admitirse, en mérito al sentido común, que para combatir la delincuencia resulta fundamental poner el acento en las causas, que le dan nacimiento, ya que el aumento de las penas u otras medidas disuasivas semejantes, no han dado los resultados esperados.

Ante este escenario, el nuevo gobierno deberá proseguir la ardua batalla de erradicar la pobreza, pero -como lo sustentan autorizadas voces sobre el tema- acompañada de una campaña cultural, que orienten a las familias cuanto significa la custodia y preservación de los valores morales, que dignifican a la persona.

Al margen de las propuestas más adecuadas, para procurar el objetivo señalado, lo que importa es que alguna de ellas se concrete, sin dejar de reconocer la complejidad de la tarea por sus costos económicos, y la magnitud de las dificultades que deben zanjarse. En este aspecto se concuerda, que el medio donde prevalecen las carencias más elementales, siempre han de constituirse en la fuente propicia, para que niños y adolescentes ingresen al ámbito del delito.

Ha de recordarse, que la franja delictiva calificada de "guante blanco", opera en circuitos más sutiles o sofisticados, por lo que requiere otros métodos de lucha, pero el resto de la delincuencia, representa el corolario de núcleos familiares estructuralmente desintegrados. Y es inevitable, que en ese marco, en el que no se trazan límites que garanticen la sana convivencia, ni se cultivan deberes básicos que plantea la vida, jamás ha de obtenerse una correcta formación ciudadana.

Como se sabe, siempre hay un saldo positivo en el haber de cada persona, por lo que la labor de las autoridades, es lograr que los menores infractores, paguen el arduo precio de la superación. Y demostrarles por mandato de la ética, que el éxito dependen que reconozcan ciertos principios, que no es posible quebrantarlos, sin sufrir las consecuencias.