Escribe Saúl Posada / 12.Abril.2019.
Resulta deplorable que en más de una oportunidad, nuestro pueblo tenga que escuchar expresiones hirientes o inoportunas con respecto a la raza negra -indudablemente la más injuriada- conforme a los testimonios de la historia.
Y si bien -como señalaba Baltasar Gracia- el remedio del mal consiste en olvidarlo, es inadmisible que en el siglo XXI, existan individuos tan soberbios, que huérfanos de grandeza espiritual, no logren superar sus prejuicios sociales.
Con frecuencia se pretender buscarle excusas a tales diatribas, argumentando que son frases o locuciones que provienen de la denominada "Madre Patria" -que si en algo se ha distinguido en materia de xenofobia- ha sido su desprecio por la gente que importaban de África, en un oprobioso régimen de esclavitud.
Y como no escapará al intelecto del lector -cuando se desaloja la hipocresía de la conciencia- debemos reconocer que en nuestra sociedad, muchos de los que hablan de democracia e igualdad en tiempos electorales, son los mismos que hacen de la discriminación un culto.
Subrepticiamente -en un clima donde la honestidad intelectual se torna fugitiva- se afirma que en nuestro país no existe el espíritu segregacionista que impera en EE.UU., donde la violencia sangrienta del Ku Klux Klan, en nada se diferencia de las hordas del nazismo. Pero nos cuidamos de confesar, que la comunidad negra que no supera las 180.000 personas, no le disputa a la raza blanca, los lugares privilegiados en las estructuras políticas, filosóficas, culturales y sociales.
Para nadie es novedad, que los imperios -y en el caso nuestro fundamentalmente el de España- sembraron en el continente americano, círculos aristocráticos de fuerte dominio, donde el rancio abolengo de un patriciado perimido, dejó profundas huellas incompatibles con el pensamiento republicano de José Gervasio Artigas.
Los datos de la realidad, indican que excepcionalmente un negro alcanza un rango que lo jerarquice ante sus semejantes, y cuando lo logra, debe pagar una factura poblada de golpes bajos, donde la burla y la humillación, cumplen su vilipendiosa tarea.
En este contexto de despiadada categorización, para ellos están reservados los trabajos del servicio doméstico o labores similares -que aunque dignas- no dejan de generar veladamente la estigma de quienes se creen herederos de la raza superior.
Desdichadamente una porción importante de la comunidad, sigue sin comprender que no se puede diferenciar a las personas por el color de su piel. Y que lo único que puede remover racionalmente el principio de igualdad, son las virtudes en su amplio horizonte, que el destino le depara a cada ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario