Escribe Saúl Posada / 05.Abril.2019.
Conforme al contenido agresivo de los debates políticos, que los medios de comunicación registran diariamente, el presente año ha de transformarse en la antesala de una campaña electoral, en la que prevalecerán los agravios.
De manera que con este clima, en la que se pierde el sentido del respeto por el adversario, la lucha partidaria se desacredita, en perjuicio de los grandes principios de la democracia.
Como se sabe, nuestra Constitución de larga tradición republicana, consagra el derecho de los partidos de divulgar sus programas de gobierno, como asimismo, de desarrollar todas las actividades, que procuran el apoyo de la ciudadanía.
Pero esas legítimas facultades, en las que el pueblo asume la soberanía, tiene los límites que se desprenden de la Carta Magna.
Ha de recordarse, que la libertad de comunicación de pensamiento sin necesidad de previa censura, representa una garantía constitucional, en la medida que su ejercicio no rebase el marco legal correspondiente. Y esto último acontece cuando -subrepticiamente incluso- los atributos de la buena fe, lealtad y probidad se ausentan, para conferirle cauce a la calumnia, injuria o difamación.
Obsérvese que los datos de la realidad demuestran, que existe un viejo descreimiento con respecto al sistema político, en virtud de que la gente reivindica soluciones concretas, para los problemas que atañen a la República.
Y esa apatía se refleja en la significativa ausencia de la mayoría de los electores, cuando el voto deja de ser obligatorio en determinados asuntos.
Por razones de buen sentido, los destinatarios de la propaganda proselitista, exigen que los representantes de los partidos, dejen de apelar a discursos en los que se divulgan promesas, sin explicar cómo han de financiarse. Y esta exigencia tiene su lógica, pues es necesario saber con anticipación a la consulta popular, la naturaleza, dimensión y alcance del futuro modelo impositivo.
En rigor, la cultura cívica que siempre ha de profundizarse, a efectos de que la controversia ideológica sea digna de nuestra Historia, desestima con sólidas razones la oratoria inconducente. Y paralelamente reclama, que el sistema político desnude las raíces de los temas que realmente importan.
Y como se ha dicho, sólo trabajando constructivamente juntos, los pueblos logran con sus inevitables defectos, una Patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario