Saúl Posada / 13.Abril.2018.
Como lo señala la Historia, el fascismo italiano como doctrina o corriente de opinión, nace con la Primera Guerra Mundial que insumió el lapso 1914-1918, para desaparecer institucionalmente, cuando concluye el segundo conflicto bélico en el período 1939-1945.

La lectura de las exposiciones que Mussolini incorpora a la Enciclopedia de su país, se centran en un enjuiciamiento al individualismo liberal y al abstencionismo estatal, repudiando paralelamente por lógica consecuencia a la burguesía y al socialismo, para justificar los ideales de superación que representaba el fascismo. En rigor, como ulteriormente lo corroboraron los hechos, su designio final era conformar un capitalismo organizado totalitariamente.
Sus sueños coloniales, lo llevaron a invadir Etiopía en 1935, decisión que contó con apoyo popular, pues en definitiva, representaba para sus compatriotas una valiente conducta que jerarquizaba el orgullo nacional. Y como todos los dictadores, aplastó a las minorías disidentes, exaltando la violencia y el terror, llegando al crimen político, siendo una de sus víctimas el prestigioso legislador Giácomo Matteotti.
No obstante haber militado en el socialismo -quizás por su origen proletario- el célebre Duce en sus veinte años de gravitación en la vida nacional de Italia, se transformó en un feroz opositor al régimen republicano, obteniendo por sus virtudes oratorias y sus prácticas autoritarias, oportunistas y demagógicas, un culto a su personalidad.
En este marco sembró una nueva espiritualidad en las muchedumbres desinformadas, para que ellas se confundiera con la Nación misma, explotando el nacionalismo fundamentalista desde un púlpito semireligioso, en que la ética se predicaba como si el fascismo fuese el adalid de las fuerzas morales del orbe.
En este marco sembró una nueva espiritualidad en las muchedumbres desinformadas, para que ellas se confundiera con la Nación misma, explotando el nacionalismo fundamentalista desde un púlpito semireligioso, en que la ética se predicaba como si el fascismo fuese el adalid de las fuerzas morales del orbe.
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